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jueves, 22 de marzo de 2012

otoño en el balcón.

Vamos, no sé qué decir. Sólo ir, que quedarse es peor.

La verdad que no voy con trivialidades, hay veces que solo sé que puedo escribir, ni trabajar, ni dormir, solo sé que puedo poner en papel lo que me hace reír.-

Somos tan frágiles, que la verdad, las nubes son más fuertes. Me abre la mente la ventana abierta, el ruido de la lluvia que arranca el otoño, que arranca las hojas, en el sutil manejo de las memorias que traen las hojas cuando caen, el olor a la menta, el mate, el vapor de su agua mientras perfora la yerba paraguaya.

Me gustaría algún día pedirme perdón, me he equivocado tantas veces que acertar es la excepción a la regla. Soy una hoja que se cae constantemente y florece cuando ríe.

De fondo, bien al fondo miro al chaco, al agua que va cayendo al norte, las hojas más bajas de mi balcón, los árboles más serenos. La calle, el murmullo de la vida agitada, yo lloro si quiero, río cuando pueden hacer que mi risa sea sincera y veo que el mundo en otoño, en este hemisferio, va teniendo sentido.

No sé que quiero más.

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