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martes, 31 de marzo de 2020

de la aurora.



Aquella sonrisa.
esa verde sensación de sanar mirando el campo, respirar el aire, sentir toda su fuerza, su alma.
el viento fuerte después de la lluvia, la aurora en pausa, mirándonos.

cada uno
uno solo en todos, en cada tono, en todos los colores de este nuevo sol.

El comienzo de este espacio, en la firme creencia del amor, en sus vacíos y laberintos, en el tierno beso esperanzador.

Y en esa sombra, del árbol que nos calienta, bajo la casa del suelo frío donde en la calma, la verdad no miente
nos acobardamos de enfrentar nuestras fieras, solos, cada uno, uno solo en todos, sencillamente mirando, lo que vendrá, ya sin miedo a que la por la espalda, la ira de la celebración de todo lo que no tenemos, por que no nos falta nada más, ni el pan, ni la duda, nada, solo nosotros, mirando ya sin miedo, todo lo que nos gusta en el suelo frío, en la suavidad de la aurora, el amor, el beso tierno que nos ilumina la fantasía cruel, esa canalla exigencia de ser feliz con todo, uno solo...si solo contigo, veo la aurora y entiendo al tiempo.

Aquella sonrisa.





martes, 10 de marzo de 2020

la esfera, la luna y el adios


La luna, la luna lleva mi luz, en la noche,
en el sonido del fin de ella, que se va apagando.

La luna, que de frío desespera en mi noche que florece el sonido del fin de todo el escudo.

El muro y el vacío, mudos, me miran en la noche del final donde aún la verdad me cuesta sentir.
Todo sonido de tu voz es poesía no escrita, y la suave vida minúscula de nuestras miradas, en esta noche, de luna fría, se va, de a gotas terminando como toda existencia que no solo espera la culpa... cumple con su condena.

Escribí en tu cuerpo el fuego que es ciego, casi siempre fui certero, no lo se. Quizás no todo se debe medir en tiempo.

La luna gigante me va guiando y caminando escribo estos versos, en el frío de la noche que se va apagando.
Las luces, el piso duro del norte de paris, todo en la luna que bajo su luz de adios, nos indica: es el adios, es el instante donde entregamos parte de nuestras vidas, para siempre.

Los pequeños jardines colgantes, flores, almas, voces, de todos los pasados de todas esas almas, y sus noches, sus lunas, la esfera y sus pedazos, sus finales y los jardines colgantes con sus flores que acercan todo lo que pueden para cobijarse.

Siempre estaré, en este pasado, caminando solo sobre el duro y frío suelo, de la piedra antigua, bajo la luz de luna de esta noche efímera, que será eterna, como el adios.