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lunes, 2 de febrero de 2009

Luí

Datos preliminares:

La historia que me toca contar, todavía no ha terminado, al menos, eso creo.
Muchas cosas que terminaron sin una razón válida, hacen que uno tenga miedo a sentenciar, efusivamente algo. Esperemos que esta dure, o perdure, Uds. me entenderán.-

Nació en alguna década del siglo veinte, el año, es sin lugar a dudas un misterio (muchísimas conjeturas existen sobre el punto).

Luí es un típico personaje asunceno. Bien asunceno. De esos que se maneja de rumores – como verdades – de los que te dice: “Mañana te traigo lo que me pediste”, que eso, en Asunción significa: nunca. Es de esos que tiene alguna historia misteriosa de sus antepasados, de los que no puede dejar de ser chismoso y de los que tiene el “ñembotavy” incrustado en el alma. Pero cuando un tipo como Luí, quiere algo, no existe mañana. En resumen, era un buen tipo asunceno.-

Varias suposiciones se manejan acerca de su estado civil, sus antepasados, y sus descendencias, ya que tuvo, según nuestros informantes -los que conocieron y conocen a este personaje- más de un hijo.-

Recuerdan otros, que lo vieron crecer en las cercanías del antiguo “Estadio de los Comuneros”. Que fue admirador e hincha de los duelos de baloncesto de los tímidos comienzos de los sesentas, que su primera ilusión era la de vestir aquellas “camisillas” y poder, como sus ídolos, ser basketbolista.-

Su madre no presagiaba ese futuro:

- “Eiké py, Luí, cabezudo que anda, moò pio re` ime ya otra vez! “– Repetía frases y epítetos parecidos todas esas noches, mientras Luí, continuamente llegaba tarde para ir al “catre”, que lo esperaba para inspirar a sus sueños.-

Luí, pequeño y diminuto como era, era esquivo hasta del objeto más punzante con que la madre intentaba “corregir” (y eso que las madres tiene una fina y extraña puntería con esos tipos de objetos, sólo y sólo si: El blanco es su hijo)

“Mamá” Como la llamaba el, era viuda de ex combatiente chaqueño, que volvió de la guerra habiendo incluso sido prisionero en la Bolivia de los treinta. Oriunda de Paraguari, específicamente de una zona denominada “Mbocayaty”. Era una de las miles de niñas que de muy jóvenes debían trabajar.- Luego de unos años de la guerra, emigró a la cuidad.

Asunción, “madre de ciudades”, como también se la conoce, fue el primer golpe y el más duro de su vida. Al llegar nada más, luego de un viaje en tren, de su Paraguari apacible, conoció la cuidad, nada bondadosa con los que en esos años venían a poblarla. No había muchas oportunidades precisamente, para una campesina, de 16 años que sólo sabía cocinar, arar la tierra y vender frutas y verduras en una estación de tren. No tuvo otra. Vendió frutas y verduras en la única estación de tren. Conoció el centro – centro, de la cuidad, vendía en la estación de trenes, y caminaba también hasta el comienzo del puerto de la cuidad. Desde muy temprano, hasta bien entrada la noche. Pudo asentarse en una precaria construcción. Ahí conoció al futuro padre de Luí. Tomás, ya avanzado de años, era uno de los marineros de uno de los barcos fleteros que hacía Asunción – Pilar – Rosario – Buenos Aires. Para ella, el era un hombre que conocía el mundo.-

Luí no lo conoció a él.-

Con los años, Luí, fue creciendo, triste, pero con esa pícara astucia del niño criado entre una estación de tren y un puerto, en una capital americana. Asumió rápidamente que su metro cincuenta y seis, en el basketball no haría mella. Se fanatizó por el fútbol, alguna excusa tenía que tener para poder justificar sus tardes los fines de semana y su desbordada pasión por los deportes, y eso que nunca práctico ninguno.

Eran otras épocas, otras profesiones y pasatiempos. Habían afiladores de cuchillos, zapateros en cada barrio, pocos automóviles, y la diversión de los niños era sencilla, bastaba una “pandorga” o un conjunto de trapos para armar una pelota.-

Luí, sin embargo, de lunes a viernes, afanosamente trabajaba, vendía verduras, remedios yuyos, poharoysa, frutas y huevos de gallina. Logró, sistemáticamente calcular los puntos de venta, (ya que él, frecuentaba con su madre, como su único y fiel ayudante, mientras ella, aprovechaba y enseñaba el negocio) que fuesen más provechosos para las ventas. Solo había descubierto un problema. La competencia era muy buena y ellos no tenían medio de transporte acorde a los recorridos ni proveedores que den innovaciones para ofrecer. Un día se le ocurrió una idea: Había que cambiar de producto.

Esos años, de vendedor de verduras y otros, observando, el entendió a la gente, y supo que hacer, para ganarse la vida.

- “Observando uno aprende” decía Luí, que decía su padre.

Luí, no fue a la escuela, sólo un año intentó ir. No era para él. Todas las mañanas vendía chipá, preparada por la madre, distribuída por la tía Juana. Ella también había nacido en Paraguari, sólo que ella tenía, una cantidad de hijos de diferentes padres.

El chipá, - Que fue la idea del niño Luí, ya que el intuía, que su madre tenía un don con ese tipo de preparado- salía de dos hornos Tatakua, en el pequeño jardín de su precaria casa, en las cercanías del Río Paraguay. En esa época era un arisco y salvaje pero hermoso lugar, comúnmente conocido como la Bahía de Asunción. De ahí, en tanto y cuanto el tiempo transcurría, Luí, como vendedor de su propia idea, recorrió las calles céntricas vendiendo ese “tembiú tradicional”. Observaba y estudiaba los comportamientos de los “Banqueros”, los “Doctores” los “Profesores” los “ingenieros”, “Generales” y “Presidentes”. En esos años, todos tenían en Asunción, un título. El disfrutaba de su trabajo, de recorrer, de conocer.

Luí, crecía, Asunción también, sólo que de espaldas. Sus vivencias y observaciones hicieron que se convirtiera en un hábil vendedor, astuto al punto de conocer con sólo una mirada un potencial cliente, con una intuición terrible para el momento exacto para ofrecer su producto. Sus ventas, hicieron que comenzara su crecimiento profesional, e innovó tanto con sus recomendaciones para el negocio, que con sus nuevas técnicas, marcaron en la Asunción de esos años, disertaciones empíricas que hoy serían destinadas a los denominados campos del “marketing”, “Management”, y “outsourcing”.

Instauró paulatinamente: Promociones, nuevos gustos, uniformes, locales estratégicos, ritmo de pago con proveedores, canastos modernos, nuevos gritos graves y agudos para las vendedoras, y otras cuestiones hicieron que el “Chipá” tomara el pasaporte comercial al primer “Fast Food” asunceno de gran distribución.-

El no sabía lo que estaba gestando.

Sus innovaciones comerciales será recordadas, pese a que no hubo patente ni registro de por medio. Hoy ganaría millones sólo con las regalías de esos derechos intelectuales.-

En los finales de la década del sesenta, y acorde con la revolución hippie mundial, dejó una huella polémica nunca publicada: Fue quién sugirió que todas las chipas, sean vendidas por “chiperas” con la controversial “mini falda”: Éxito de ventas. Técnica que se sigue usando en el ramo.-

Sugirió unos años más tarde la combinación de “Chipá guazú” y “Chipá So´o” Sugerencia que trajo enormes beneficios, más trabajo directo e indirecto a los dependientes y el celo de grandes ciudades “chiperas” del país y lógicamente de los nuevos competidores del rubro.-

Admitió una vez que fue quién incorporó como tercer menú: La “butti”, también conocida como “butifarra”. Esta opción dentro de la carta - menú de las ya muchas chiperas, fue sin lugar a dudas sin el visto bueno del departamento médico.
Todas, y cada uno de las “chiperas” copiaban sin pagar derechos su técnicas e innovaciones, abrumando las calles de los productos. Asunción, y menos en eso años, daba exclusividad a alguien.

El no fue conciente, ni supo la revolución que causaban sus recomendaciones, ni lo escuchadas que eran por sus más voraces competidores comerciales. Hoy, hay gente que recuerda la primera chipá con forma de “yakaré” que diseño como haciendo un chiste. O cuando en un partido, que había ido a observar a la cancha de Libertad, enseño a una prima, vendedora de naranjas un corte bien particular de naranjas: Era inclinar el cuchillo con una leve presión a 45º (grados) y hacer un tajo bien fino e ininterrumpido. Ese corte, fue sin duda alguna un gesto visionario en un negocio que el ya lo había dejado.-

Se empezaron a afincar y emigrar más y más ex campesinos/ruralistas/mboryhú o como se los denominé. Asunción seguía siendo víctima de el éxodo del campo a la cuidad. Esto hacía que los barrios empiecen a poblarse, y que las villas clásicas se vuelvan “villas” actuales. Como el paraguayo tiene, algo de haragán, copiar era más fácil que crear. Vivir cerca del centro, estableciéndose en “La Bahía” mucho más ventajoso que adquirir un lote en las afueras, etc., etc. Todo, en esos años empezaba a transformarse: Quintas en loteamientos, casonas en edificios, revolucionarios en comunistas, políticos a millonarios. La Bahía también cambiaba a algo parecido a lo que ahora es. Lastimosamente para los enamorados de las vorágines y fábulas que vivían en esos paisajes.-

La venta, por lo menos, la venta, anda bien.
Luí, se enamoró por primera vez en esos años. Eleuteria, conocida al menos con ese nombre, o “Leu”, hija única, siete hermanos de madre, tres de un padre, cuatro de otros dos. Ella no era muy bella, pero estaba destinada por la madre (obstinada) en conseguirse un buen marido. Luí, mientras tanto, era la celebridad del bajo. Se dio el lujo de volver a pegar fuerte con otra promoción: Chipá en los estadios de fútbol. La venta fue un éxito. El primer partido, que utilizó como un pequeño estudio de mercado fue en la cancha de “Atlántida”, un tímido club asunceno de viejas raíces. Después fue animándose a estadios más grandes y a encuentros más emotivos y concurridos. Un día, determinó a sus 8 vendedoras del plantel de estables y a cuatro que trabajaban como jornaleras, ir a la cancha del Olimpia.

Ramona García, quien fuera una de las ocho elegidas me relató, hace no mucho tiempo lo que ahora transcribo:

- Yo era la más jovencita de todas. Entré como recomendada por un amigo de mi tío que siempre le compraba chipas a Luí.
- A mi me dijo esa tarde que me vaya a vender. Olimpia – Santos de “pelé” jugaban.
- Ese día todo el chipá que llevamos se acabó a los 15 minutos del primer tiempo. Y eso que llevamos muchísima. La gente se peleaba por el chipá. Era muy rica, la receta era de “Mamá… “ - Seguía relatando Ramona García, quién luego de ser madre primeriza, renunció a las ventas de chipá, sin cobrar beneficios para dedicarse a la limpieza de oficinas de la zona del parque Caballero.-

La efervescencia de los varios vendedores por el rumor del éxito financiero de ventas en las canchas, hizo que todos los partidos de esos años, fueron inundados de chipá. Vendedores, vendedoras, y miles de sabores, que fueron en detrimento, por la ardua competencia, del verdadero objetivo de aquella idea de un niño:
Vender lo que a él más le gustaba comer y que lógicamente sea sabroso.

En aquellos tiempos la competencia de la venta fue terrible realmente. Había que pelearse por llegar primero, conseguir las bocas de entradas de los encuentros “futboleros” más importantes. Entre los chiperos se cuenta que en esos años se acampaban hasta dos días antes para ser los primeros en ganarse esos sitios privilegiados. La calidad de producto, ya pasaba a segundo plano.-

Luí, tenía que crear algo. El resto, siempre expectante de todo lo que el podía innovar, y aprovechando hasta con violencia cuando él llegaba con sus chicas ya que como era tan chico, lo desplazaban sin mucho esfuerzo. Tuvo que comenzar a contratar mujeres realmente grandes, así también le daban una mano en la pelea por los lugares claves para el negocio.

Se le ocurrió, en esos años, ya que estaba en desventaja, crear una nueva promoción. Tuvo dos ideas: una fue la crear un sindicato de chiperos y organizar a todos, por sectores, antigüedad y establecer parámetros para las recetes. Esta primera idea no próspero; la segunda: Esperar en las afueras de los estadios y rematar productos: “2 x…. Tantos guaraníes” que volvieron a situarlo a él y sus chicas al tope de las ventas ya que la promoción fue decididamente atractiva para los consumidores hinchas y algunos jugadores devotos del almidón.

Pasaron meses, un día, observando un partido, sintió una decepción memorable: Vio, como “El chipá”, era el objeto más preciado de los típicos y coléricos fanáticos del fútbol, que utilizaron el alimento horneado como arma contra los fallos controversiales de los referís circunstanciales. Los “lineman” de esa época, fueron los más perjudicados.-

-“Nada más para los estadios”, se dijo internamente y comenzó su última cruzada por La Chipá.

Armó y organizó una distribución masiva: Se sumaron todo tipo de cuarteles policíacos, militares, seccionales políticas, fiestas, carnavales, reuniones, “chipá chipá” decían las vendedoras desde tempranas horas y los nuevos vendedores masculinos. Tenía una re distribución terrible.- Luí, se consolidaba como un gran estratega, sin realmente saber lo que estaba logrando. Dormía sólo 5 horas al día, los días que podía. La cantidad de mosquitos, el calor infranqueable de la época pre aire acondicionado, era sin lugar a dudas distinta a la actual.-

En varios barrios asuncenos, principalmente en “El centro”, “Sajonia” y parte de “Las Mercedes” ya corrían rumores, de un “talentoso comerciante”. Decían las crónicas: “dueño del saber presagiar el futuro de las ventas”.

Hoy por hoy, una empresa multinacional ya estaría contando con sus servicios.-

Rápido Eleuteria, luego de los primeros encuentros con Luí, quedose embaraza. Al parecer era de Luí el hijo, el no recordaba bien el hecho de poder ser padre, pero buen tipo como es, lógicamente arrullo al hijo como propio.-

Algo perturbaba su tranquilidad. El chipá como producto se volvía comercial al extremo. Ya no era el queso “paraguay” que tenía que ser, ya no hacían la masa con el almidón seleccionado, e incluso había chipás que se vendían sin anís. Un crimen, para el creador de tan gran negocio.

El se encargaba de recorrer, caminando, sigilosamente. Miraba, estudiaba y le gustaba sentarse en las plazas y escuchar a la gente. El negocio, en tanto, pasaba lentamente a ser objeto del manejo contable de su suegra y alguna que otra novia de cualquiera de sus cuñados. El, era feliz.

- Nunca voy a ser taxista Leu – dijo una de esas noches.
- ¿Por que Luí?, si ellos recorren todo Asunción y a vos nio te gusta eso.
Se quedó en silencio, mucho tiempo, pensando en la sentencia de su “compañera”.-

Luí, tuvo la suerte comenzar a invertir sus ganancias, antes que en su negocio, a comienzo de los ochenta, sea totalmente defenestrado y la cesación de pagos, incontenible. Varios fueron los motivos:

1) Queso paraguay mal cuajado; 2) chipá sobre calentada; 3) Malas piernas en las vendedoras; 4) y el más acertado de los motivos: Despilfarro de la familia de Eleuteria, nuevamente embarazada.-

Luí, compró por suerte, una flota de tres carritos para venta de golosinas, caramelos y “chicles”. Pensó en recorrer su cuidad. Le perturbaba el hecho de conseguir un Taxi. No sabía manejar. El quería un nuevo negocio y ver la alegría de las salidas de colegios y escuelas y determinar una nueva fuente de ingresos le motivó a su siguiente aventura. Su distribuidora de chipá, “Ña Adela” fue al declive. Adela se llamaba su madre, quién había ya hace años pasado al mundo de las almas.-

Luí, necesitaba nuevos horizontes. Estuvo con depresión y un “stress galopante”, dedicó entonces tiempo a su pasión: El fútbol, volvió a las canchas los fines de semana vendiendo caramelos, golosinas y chicles, y aprendiendo un poco más de cómo se deberían mover los “wings” y como los “laterales” deben proyectarse. Frió o calor, lluvia o malos jugadores, el nunca faltó. Se ubicaba cerca de donde podía escuchar los gritos de los Directores técnicos. Eleuteria, ya lo había dejado. Se enamoró de un “Mariachi” y “Requintista” del barrio, que luego, en un corto tiempo, lo dejó por alcohol y una camarera de “La curva”, el bar, del cual era músico estable.

Como peces en espinel colgaba de su carrito Luí sus irresistibles, chocolates, caramelos y otros.- No descansó ni un solo día. De lunes a viernes, recorría salidas, entradas, y recreos, asistía a partidos “so`o”, desafíos de funcionarios públicos y fiestas, que en esa época tenían que ser (como era su vida) clandestinas. Tenía un fixture, y una hoja de ruta marcada, dominaba cada canchita, iglesia o club donde había actividades futboleras, ocasión perfecta para obtener réditos y ventas.-

Luí, se convirtió en compañero de las calles. Su flota se limitó por la abundante incapacidad e inoperancia de sus otros dos socios, que realizaban la venta de golosinas, sin ningún tipo de pasión, a un sólo carrito. El, empezaba una vida nueva, bien desde abajo. Sin embargo, le puso todo su amor. Empezó ordenando los caramelos por colores y precios, creando teorías, cuentos, y hasta cuestiones nutricionales, para los niños y algunos adultos, que de a poco se iban convirtiendo en devotos de sus dulces, caramelos y productos. Los otros dos carros, que ni siquiera fueron entregados en comodato, fueron devueltos en pésimas condiciones. El inventario arrojó pérdidas, y una pequeña, pero grave crisis de pagos con los proveedores. Nuevamente Luí, entre el dinero que tenía que pasar a su ex compañera y su ex suegra, más este colapso financiero, lo volvieron a golpear. El se levantó, como siempre.-

Luí, ya con años y experiencia, algo tenía que hacer. No tenía contrato firmado con sus dependientes que lo llevaron a un mal escenario, no existían auditorías contables, ni mucho menos notas de crédito, el, sólo él, tendría que cargar y soportar las pérdidas de su “flota”, por suerte, sabía que el negocio podía ser comercialmente positivo.-

Un domingo, 5 de la mañana, en una pieza alquilada en las cercanías del manicomio de la cuidad de Asunción, específicamente en el llamado popularmente barrio “Coca – Cola” decidió que las desdichas no lo frenarían. El sólo, ya no asociados, novias ni suegras. El barrio le dio una idea, los niños aparte de las golosinas, necesitaban algo más.

El barrio sólo fue llamado así por la construcción, utilizada como depósito de los productos de la marca citada, que se ubicaba entre las calles España y Marcelino Noutz de esa capital. Ese barrio era el lugar perfecto de acción de Luí.

Fue él, según relatos de personas que prefirieron pasar al anonimato, “un vendedor de ilusiones reales”. También, sin lugar a dudas fue un gran perjuicio para las dentaduras de los jóvenes en los ochenta. Hay gente que comentó años después, que uno de sus financistas era un odontólogo del barrio. Vaya uno a saber.-
Luí, vendía golosinas y sumó a esos productos, los típicos “juguitos” de varios gustos, envasados en plástico blando de baja densidad. Se distinguían los frutales, aunque bien artificiales, eran los preferidos. Es preciso anotar también, que según una encuesta no divulgada, realizada en el año 1986, en las cercanías de la Escuela “Panamá”, los chicos – sus más grandes clientes – prefirieron por amplio margen comparativo, el sabor denominado “coca – cola”. En fin.

Luí es un conocedor del negocio, pocos entraron a convocatoria y se levantaron, por eso, se merece un lugar dentro de grandes héroes de las “PYMES” asuncenas.

Luí sumó, a su palmarés, una innovación comercial digna, en aquel momento, y hasta estos días, de una sublime admiración, sobre todo, durante aquellos primeros años ochentas. La primicia comercial, además de los “juguitos” como nuevo producto, estratégicamente colocado, fue, un “sistema”, que ya era usado, en los almacenes y despensas de Asunción, conocidos también como “Coreanos”.

Consistía en la utilización de un cuadernito. Como Luí ofertaba sus productos entre varios chicos, en su mayoría alumnos de colegios y escuelas del barrio, se vio obligado a gerenciar un sistema de créditos para sus pequeños clientes, o bien, pequeños y medianos alumnos y hasta algunos padres amantes de sus productos. Así, la filosofía y saber oriental, repercutían en un asunceno, empírico por naturaleza como Luí.-

El crédito consistía en el simple asiento financiero del monto de la mercadería retirada por el consumidor a ser pagado a un plazo, no específico y sin intereses. Se conseguía de manera sencilla: Entablar una pequeña conversación con Luí, manifestar el deseo de incorporarse a la lista de clientes, una vez aceptada la solicitud, él, sin más trámite, agregaba el nombre, en la casilla que correspondía, y asignaba al cliente un número y cuaderno, que no debían, en lo posible ser olvidados. Por ejemplo: “Jesús González”, ingresaba al cuaderno “alumnos del colegio X” número “203”. A partir de ese instante uno formaba parte de la clientela estable de Luí, y el estatus del alumno subía, ya que ante cualquier necesidad o seducción de algún producto, un cliente sólo podía utilizar las sgtes palabras “Luí, anótame este caramelo”, y el asiento contable era realizado, como dijimos, sin intereses, ni débitos de cuentas, algo, tremendamente parecido al “cuadernito” de los almacenes, sólo que, un sistema más dinámico.

Formas de utilización del Sistema:

El sistema tenía determinados atributos y algunas fallas, detalladas en una pequeña investigación nunca divulgada.

1) Surgió con la implementación seguida, con la típica publicidad de “Boca en Boca” y el éxito fue masivo.

Tantos fueron los chicos que desearon entrar al sistema, que el número de beneficiarios de los pequeños créditos creció con variables tremendamente grandes y significativas. Esto generó la tradicional “avivada” criolla por lo que por ejemplo: Hernán Ramírez, beneficiario número 311, del cuaderno de la Escuela X, solicitaba dos caramelos, un sobre de figuritas y un juguito, pero, decía ser el número 107, Luí, si bien dudaba muchas veces, la gran cantidad de clientes en la sala de espera era tan grande que él, simplemente anotaba, y sus cálculos eran siempre mentales, por lo que el asiento se realizaba sin ningún control, ni documento que acredite el retiro, identidadn ni el asiento. Por lo general y en este ejemplo, se hacía el asiento contable a un número equivocado, no pudiendo realizar el estudio minucioso del cliente, ya que el cuadernito no contenía descripciones físicas (por lo menos) del cliente. *Observación 1: Si algún día, alguien desea instaurar el “sistema Luí”, es preciso recalcar que se pueden por ejemplo anotar rasgos característicos ej: Romero, Juan: Alto, cicatriz en el pómulo derecho, ojos azules, mal tirador de centros. Esto Luí nunca lo implemento y lógicamente el cliente 107 al solicitar su estado de cuenta se encontraba con créditos que no reconocía, y Luí afirmaba -con una extraña exactitud- que sí! fueron efectuadas dichas operaciones, por lo que la discusión tenía subidas de tono constantes. Luí tenia una estatura de aprox. 1.56 centímetros, tez morena, ojos obscuros y con dificultad se le notaba el paso de los años, su mirada denotaba la dura vida que llevaba, y su expresión era particularmente triste, pero la disimulaba con humor. El no estaba para discutir, más que sólo defender lo que tenía una seguridad total, en su vertiginoso día laboral. El sistema empezaba a colapsar, pero seguía funcionando. Desarrolló, para contrastar ese pequeño problema, una habilidad muy “asuncena”. Fue un gran “apodador” de sus clientes, le daba en el “clavo” con sus “marcantes” y encontraba parecidos terribles. Así lograba identificar. Eso sí, le costó algunos clientes menos. Se recuerda un caso particular: Año 1984, primavera, denominó a dos gemelos gorditos, clientes, de apellido Rolón de la siguiente manera: “Kuré Jopo” al gordito de peinado con los flequillos de punta y “Avión - rueda” Al gordito de panza bien redonda y fija.- Ellos, lógicamente, nunca más pagaron sus créditos ya que no recibieron con felicidad sus denominaciones con la que fueron conocidos durante toda su vida estudiantil. También se conoce el caso de un tal “Luis Miguel” de apellido Rojas, que fue, asiduo cliente, ya que su “apodo” lo acogió con alegría y orgullo y levantó su aceptación con el público adolescente femenino de la época.- No se pueden soslayar a “Arnold” aquél “negrito” alumno del “San Agustín” y a “Alf”, un pequeño joven que tuvo la suerte de tener una cantidad indescriptible de “vellos” a temprana edad.-

2) Sistema de cobro:

Como no existían dependientes directos de Luí, y mucho menos un departamento de cobro de los pequeños créditos, le gestión para los pagos era realizado en las entradas y salidas de los colegios y escuelas adheridas al ramo. El tiempo apremiaba, las entradas y salidas duraban muy poco para este personaje, por lo que, llegó un momento que sus números con los proveedores no cerraban. No podía realizar ventas, anotaciones y cobros a la vez. Empezó a cambiar su estrategia: “no tanta venta, más cobro”, y así empezó a intimar a todo alumno que se cruzase por su camino, a veces inventando deudas, identidades, ya que varios de los “apercibidos” ni siquiera eran clientes de tan prestigiosa entidad crediticia. Se escucharon varios “Giménez debes 900 guaraníes!!!” Giménez, ni era Giménez y ni siquiera era cliente, o bien, a “Cardozo”, le eran requeridos los 500 guaraníes, que el feliz recibía la noticia, por que según sus cálculos su deuda orillaba los 1400 guaraníes, ya un buen dinero para le promedio de deudas estudiantiles de la época. El cobro se fue realizando con mediano éxito, *Observación 2: Es necesario resaltar que hoy por hoy en los cuadernos de Luí han quedado innumerables personajes morosos y que si utilizamos el cálculo de interés por mora y penalidad del Banco Central del Paraguay, los montos son prácticamente siderales e incobrables. Luí nunca pasó a la cartera de “incobrables” a nadie, por lo que si alguno de Uds. recuerda alguna deuda, por favor, visite el barrio, busqué a Luí, y póngase al día, ya que el carrito de golosinas, hoy anexo venta de panchos, sigue recorriendo las inmediaciones del barrio citado más arriba, al menos, es lo que se cree.-

3) Dudosas transacciones:

Luí se vio varias veces, creemos, de manera involuntaria, en actividades comerciales un tanto obscuras, nosotros, utilizando la jerga comercial, y las denominamos en su momento, “transacciones en negro”. Como corrían los meses y algunos “vivos” nunca pasaban enfrente a su carrito, o si lo hacían siempre de manera presurosa, inventando de por ahí, algún problema que requería inmediatez o una tremenda velocidad, así Luí, gritaba: “Bogado, tus 600 que debes hace 5 meses!!!”, y Bogado, quien pasaba raudamente con su mochila en mano, contestaba: “Dale, Luí, mañana, a la mañana te pago”. Era uno de los varios casos en los cuales Luí, prestamista, pero no usurero, se veía tremendamente perjudicado, por lo que, pensamos, tuvo, en ocasiones, la obligación de por ejemplo: en los últimos meses de clases, inventar intereses, o bien subas en las sumas de los morosos, con justicia quizás, pero a veces, con tremenda indignación por parte de los deudores: “Luí, yo te debía 400 nomás… no 550…”, Luí, defendía a “capa y espada” sus asientos contables por lo que creemos, al menos habrá ganado en los balances finales siempre un poco más de lo esperado, dentro del cuadro “morosos”.

4) Tipografía e interpretaciones:

Todos los asientos fueron realizados, por el mismo puño y letra de Luí, por lo que, fueron objeto de numerosas quejas. Los “6” interpretados como “8” y los “4” leídos como “9”, así una sencilla deuda de de 600 guaraníes pasaba rápidamente a 800 y una de 400, superaba rápidamente los 900, y las quejas y discusiones eran terribles. El nunca intentó actualizar el sistema por medios digitalizados, solicitar el concurso de peritos calígrafos o por medios electrónicos, por lo que lo arcaico de las transacciones era su “modus operandi”. Tampoco recibió auditoria alguna, y lógicamente jamás pago tributos correspondientes. Aparte, eso para un tipo como Luí, es inconcebible.-

Últimos datos:

Luí, se cree, sigue hoy dando vueltas por el barrio, vendiendo golosinas y otras minutas, su sistema sigue siendo objetos de admiradores y refutadores, como se dijo, existen numerosos asuncenos deudores de sumas ínfimas que se van convirtiendo en importantes. Hay otros que dicen que algún día serán ejecutadas judicialmente y Luí cambiará el carrito de golosinas por algún auto con aire acondicionado, bloqueo central y una radio con CD y cumplirá su sueño de ser taxista, pero con chofer, así, dará vueltas por su cuidad amada, y también practicará el ritual de la conversación y curiosidad de los taxistas con sus pasajeros circunstanciales.
Hay otras versiones que cuentan sin embargo, que sin reconocimiento, pasó a retiro. Que quienes manejan su carrito son dos de sus hijos, que van intentando emular al padre, que su último presagio comercial fue el quiebre institucional de las entidades financieras a finales de los noventa, donde perdió lo último que tenía.

Pasó a enseñar el deporte que admiraba, y fue a vivir a Paraguari en una pequeña casa que le había tocado como herencia. Asunción le dio la espalda y hoy deambula, sigilosamente, por esas sombrías canchas del interior del país, enseñando a chicos, dando indicaciones, descubriendo talentos a quienes presagia su futuro de “crack”. Vive deleitándose del deporte, de la devoción por el gol, el pase a profundidad, las paredes, los centros y los buenos jugadores rurales. Sus ojos ya no son tristes, el paso de los años sigue esquivando su piel-

Nunca más invirtió su tiempo en ventas, ni volvió siquiera a su cuidad natal.-

Hoy son pocas las personas que lo recuerdan, sin embargo, hay muchos carritos y miles de vendedores de chipás, que intentan sin éxito, consolidar aquellas proezas comerciales de Luí.

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