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viernes, 19 de febrero de 2016

Para marzo


En el 98 tenía 19 años.

Era el último día de febrero en San Diego, bien al sur de California.-
La lluvia en California es parte de un tesoro codiciado por sus valles, los ríos no son muy frecuentes y los campos son básicamente ondulados, bañadas las playas del Pacífico, aquel océano que todos añoramos sentir.-
Habíamos bebido vino, mucho quizas para un joven que no bebía mucho y para un suizo introvertido de nombre Mathew.

El suizo introvertido y su novia, de rasgos profundamente orientales, se reían educadamente, explicando la razón, de manera muy sigilosa- sólo se comunicaban en el idioma alemán- (nada más cosmopolita) pensaba en aquellos días. Mathew tenía la esperanza de subir a su Ford "fiesta" que había adquirido por 750 dólares y poder llegar, desde el sur de California, hasta San Francisco "o un poco más", un viaje de días o semanas, por la fabulosa costa de California y cruzar el puente del estado de oro.- Tenía 19 años, intentaba ingresar a una universidad o por lo menos que ese viaje, que ya tenía meses, me otorgue algún tipo de sabiduría que en Asunción, lejana y cercana, no podría siquiera soñar con adquirirla, al menos en el sentido de experiencia de vida. Era mi propia realidad, era enemigo de todo lo que fui o estaba dejando de ser, empezaba a ser mi dueño, mis venas ya no tenían la misma cordura, mi mirada veía el fondo, no tenía envidia, y no subestimaba a nadie.-

Mathew bebió más que yo aquella noche, vivíamos en la misma casa, rentando habitaciones a una señora llamada Bonnie, una Americana grande de dimensiones y una especie de "ex hippie". Tenía dos hijos de un padre nórdico que nunca conocieron. El hijo menor era mecánico y amante de las olas y la playa, la mayor, que no recuerdo el nombre, era muy alta, muy grande, y consumía varios tipos de sustancias que en Paraguay, y bajo la rigurosa disciplina de un país post dictadura, ni se oían nombrar; pese a esta cuestión que sonaría peyorativa, era muy agradable, simpática y ocurrente; por supuesto, tenía un grupo de amigas muy bellas. Dejaba de prejuzgar, si bien necesitamos de la gente, en ese momento me bastaba estar solo o con tan pocas personas que ni siquiera sabían bien quién era yo, ni pronunciar el país de donde provenía.-

Mathew me invitó al viaje, lo hizo con un gran poder de convencimiento, con mapas y presupuestos, lugares tentativos y la posibilidad de, animarmos y llegar hasta reservas, bosques y lugares de camping y por supuesto cruzar el puente y ver hasta donde nos animamos después, yo no tendría más de 400 dólares y una gran ilusión de conocer la experiencia completa, sólo salir a pasear me genereba un extasis único y sentir que pase el tiempo y la lluvia vaya abriendo esperanzas en mi juvenil pereza de lo inesperado; era una flor que se iba abriendo, el cosmos era el límite que me sugería clandestinidad.- Mentí un poco a mis padres sobre los estudios, en esos días uno se comunicaba por cartas vía faximil, no tenía correo electrónico activo, mucho menos ellos. Con un bolsón cargado de mudas y algun abrigo, salimos en el Ford Fiesta.

Pudimos ahorrar unos dólares más, cubrir los costos dividido tres y empezamos a develar las rutas, las luces intermitentes, los pájaros que vuelan siempre al costado del mar, los templos gigantes en cuidades y hasta el valle de Napa, más vinos, hermosura y unos paisajes indescriptibles que se iban repitiendo con sus diferencias; también vimos barrios donde se juega la vida, donde hay impulsos que cambian por segundos, la vida dolía y era hermosa, así es la desidia y así es la hermosura, extremas, culpables y antagonistas, vivía mirando sinestesias, metáforas y almorzaba con la brisa fresca que caía de las montañas.-

No pude aprender alemán ni ellos mucho de español, pero pude conocer lo que no conocería nunca, además de poder leer, durante el viaje, en mi habitáculo trasero del "Fiesta".- T.S. Elliot, Kerouac, Grinsberg, y otras cuestiones anglosajonas... "Que haremos siempre..." leí y se grabó en mí la frase de Elliot en algún día del viaje. Sentí que me hacía un pacto, yo mismo, que mi vida no tenga desenlace, que no pase nada y todo, sólo la búsqueda de la fantasía, consumir todo escape hasta la intoxicación de lo imposible. No podría explicar a cada uno de mis lectores el placer de viajar sin rumbo, sin tiempo y ligero, incluso de dinero.-

Nunca escribí de esto, ni mis padres en aquel momento, supieron que mis días de universitario se habían cambiado a los de un vago feliz. Ser vago, tiene sus niveles de pureza y asombro que no se logran sin la investidura de la libertad.-

Las primeras paradas Californianas recuerdo, fueron playas y lugares de 8 dólares la noche como mucho; Santa Bárbara, Santa Mónica y varias pequeñas ciudades con sus bellezas, el norte es quizás más bello en paisajes, poesía y canción pura desde los vidrios de mi ventana recorriendo las rutas, caminos y grandes avenidas. Empezábamos, nacíamos, y aún así teníamos el control de una hoja flotando en el viento.-

l- Nunca dejes de animarte a viajar, es sencillamente lo mejor de la vida.-

El movimiento de las cosas es superior, la velocidad con lo que todo se revela, ese dinamismo que no existe en el día día es el extasis y la misericordia de vivir, es la redención y la cadencia, como el jazz al funk y vice versa. Todo se va moviendo y nada a la vez. Sos vos, mirando un libro mientras el entorno gira, se distorciona en varios amaneceres y atardecers diferentes, en montes, plantaciones y cuidades, nada es nada y uno empieza a comprender su existencia, la razón de cada latido.-

Extrañar a personas que no recordabas, sentir las risas, el cariño de tus padres a quién ya no hablabas, viajar es el turismo que necesita nuestra calma en nuestra propia alma, mirar que el cielo y el suelo se van moviendo en direcciones contrarias es todo el viento que necesita la vida: Todo lo que intentemos es finalmente lo que seremos.-

Sentir que no todo esta, que no sonará un teléfono, que somos nadie en la nada hermosa y que el silencio de miles de ausencias retumba en la conciencia de la variación etérea del espacio y del tiempo.- No puedo referirme a nada más sublime que la costa del mar en movimiento mientras contemplan, el fin de la tiera, las estrellas y atestiguan los valles y sus montañas.

Tenía 19 años, bebía vino espumante barato sembrado en tierras ancestrales que las corporaciones iban vomitando sin entender su belleza.-

Me acostaba leyendo libros mientras sentía que el sol se iba calmando, me ocultaba de mi mismo y de varios otros vicios de la juventud, de la hipocresía de mi tierra pequeña, de la intención de ser lo que no sabemos, de nadar en aguas turbias siempre, por siempre se decidió nadar en ellas, como un carnaval en contramano, iba solicitando al tiempo se vualva lento.-

Era un día completo, despertamos cerca de un puente y un río que venía de la altura, desayunamos en una cafetería que además tenía una galería grande. Estabamos cerca de una reserva o parque y el alojamiento había sido excelente. Llegábamos sin poder sintetizar la alegría. Compré un libro de Cummings, mojado y usado, con la tapa con su foto. 1.5 dólares para leer cosas maravillosas.

Desayuamos huevos y pan, un jugo de frutos y decidí llamar a mi madre.-

Mirando el agua cristalina se apoderó de mí la propia añoranza del niño necesitando la paz materna.-
Quise decirle varias cosas, que la extrañaba, que la quería mucho y que sólo pnesaba en ella disfrutando de lo que me había regalado, la vida, la oportunidad de cantar estas historias y de encontrar el cambio mientras con toda su energía y perfección, como la misma fotosintesis en las plantas me curaba el cuerpo, muriendo y naciendo, todo lo que ella y yo fuimos, siempre seguirá siendo.- Pude hablar dos minutos por teléfono, le comenté que estaba bien, nos despedimos con un beso.-

"desde hace mucho mi corazón ha estado con el tuyo

cercado en el enredo de tus brazos hasta
una oscuridad donde nuevas lucen nacen y
crecen,

hace tiempo tu ánimo ha entrado en
mi beso como un extranjero

en las calles y colores de una ciudad-

que tal vez he olvidado
cómo, siempre (con
qué apresurada crudeza
de sangre y carne) Amor
acuña Su más gradual gesto,

y aguza vida a eternidad

- - después nuestras mitades separadas llegarán a ser museos
repletos de memorias bien colmadas"
Cummnings


El auto de mi amigo viajero no se detenía normalmente, salvo cuando nos perdíamos que era algo casi normal y necesario.
El temor a perder tiempo no existía, por que cuando uno realmente vive el día no sabe cuando será de noche, ni le importa. No importaba el clima, el calor, la lluvia ni la nieve, lo importante era la cantidad de combustible y el agua en el radiador del motor golpeado del Ford.-

No era cómodo y era a la vez el mejor diván del mundo. El sublime éter, la civilización y el misterio de los dioses no podrán contemplar nada mejor que alejarse. Alejarse es el valentía de volver, por que ir, viajar y escapar es realmente el comienzo del encuentro.-

Estábamos por algún día de marzo, mi bolso, mis ropas y libros, un disco para un auto y una cantidad de controversias hermosas.-

No podía dejar de pensar, mi mente hasta durmiendo se deleitaba en el debate de la circunstancia, ni los generales antiguos tenían tan incrusijada la conquista del devenir, por que todo el momento estaba cambiando, girando, moviéndose todo con la justeza implacable de la perfección del susurro del tiempo que corre como un río adentro de uno mismo. Mis ojos, como los días eran brillantes diamantes traslucídos, en la diáfana calma de los sucesos del paisaje, de la comprensión del ocaso al nacimiento.
Nada mejor que quedarme a mirar los cambios, las figuras, las estepas y los cerros; el mar con su poderío inmenso reflejando arrogante al cielo. Cuantas veces fuimos cautivos de uds, cielo y mar, aire y humedad! siempre seremos los feligreses de sus discursos visuales.

Miraba atrás para entender mis errores, eran tantos que convulsionaban todos juntos y explotaban hasta desaparecer en un destello como un as de luz que se desvanecían indemne.

Sentir la calma y el silencio, como el frío viento del norte, como el refrescante rocío de la noche.

2 Hay que parar, alejarse para poder entender.

En la playa, a los ya varios días de viaje, habíamos cenado ostras, bebímos ron y caí dormido la madera de unos cuartos que se alquilaban por día, crujían y desperté antes del amanecer, miré mi cama al lado, mi ser desplomado en la entrada, la puerta abierta y el mar perfecto pariendo al sol en sus inicios, sentía el llanto de alegría del nuevo día, el abrir de los ojos y el dolor de mi resaca encubierta en la paz de la maravilla de creación simultánea, sentí que nacía de nuevo, era marzo, hacía frío y no tenía sensiblidad por lo absorto, lo atónito de ver la mar sumergirse en si misma para el comienzo de lo que no tiene final.-

Desperté bebí agua y me senté a varios metros adentro en la arena que intenta escapar de las espumas marinas, escuchaba las pequeñas olas, y no había otro sonido que el de la vida. Me levanté extendí mis manos, busqué con la mirada inútilmente a mis amigos, no recordaba muy bien nada, salvo el dolor del estómago por las otras y el ron en mi cabeza. Eran las primeras horas de algún día en los confines del norte californiano, sabía que significaba paz, sentía una responsabilidad enorme de entenderla y por primera vez consumir a la calma, el camino de la consumación hacia la felicidad. Le robábamos tiempo a cualquier muerte.-




Las otras nunca estuvieron en el presupuesto, pero sentir el gusto del mar no tiene precio. Me había levantado con el sol puesto, se veía a la primavera que iba asomando, el clima fresco me recordaba el invierno del centro sudamericano, consideré a lo alfonsina ingresar al mar, sentí la seducción de solo ir, sin miedo a la represalias al destino y al asalto de la vida; sabía que no iba morir, por que mi ofrenda era sentir el frío de las aguas. Mojé mis pies hasta las rodillas, fue más que un instante, el lugar era sincero, nada fuera de lugar.

Con el correr de los días, uno busca que la represión interna se vaya con el tiempo, es un ejercicio, ingresar a lo profundo de la desesperación, de las contradicciones, de las desesperadas situaciones que con estupor van muriendo sin esperar la resurrección. Aquel hombre del camino comprende el entorno como pasajero y como la cura a todo lo que gritaba en silencio.

Forajidos en el tiempo y perdidos cerca de lugar denominado "Pescadero" fijamos domicilio en una casa de imigrantes mejicanos que conocímos antes, Sábado de lluvia con comida caliente y baño de agua tibia, caridad del hermano, samaritanos sin documentación ni cuentas corrientes, empleados de pesqueros que nos mostraron la naturaleza pródiga del humano y también la mano del hombre cómo busca el yugo a los propios hijos latinoamericanos.-

La conquista tiene sus raíces involutivas en California, la fiebre del oro y los desarrolladores de riquiezas han sido proscriptos por que esos parques gigantes aún preservan la escencia; te roban cualquier suspiro y hacen que el futuro sea una estupidez; no se si podrán destruir el legado de los milenios de respeto al ambiente que ahí se siente su urgencia y el susto.

Los senderos, árboles gigantes y la vida salvaje perfecta, las noches con el frío, matar la ansiedad con el fuego de la leña, el sentido y el cenit del aire libre, la oficina más feliz del orbe; la reserva que regada de ríos termina en el mar, el olor a la tierra y los frutos dulces, el frío primaveral del norte, no podría juzgar mejor a la belleza apaciguada en el paso del tiempo.-

Mis ojos no podían con el misterio, con lo aturdido de la fascinación, buscaba entender en cada noche la mezquinidad de todas las vidas. Pude ver sombras y crueldad en el análisis, sólo entender que reir es aveces como hablar a un espejo. Subimos al auto, nos dirijimos a San Francisco.

Para todos, ese día, el viaje había recién empezado.




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