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jueves, 14 de noviembre de 2013

Ahí



En el borde del océano y la niebla, donde la indiferencia humana sólo es el contraste, entre ángeles ocultos en paradigmas o diamantes casi místicos de la historia, de todos los ayeres, de todos esos amaneceres blancos y negros que el mundo nos dio

En el aire interrumpido de las miradas fantasmas a la luna de verano, donde duermen niños y corren los relámpagos del viento, ahí donde el azul de la tristeza es la belleza inconmesurable de los pueblos unidos por los ríos, por los remansos vacíos y por lo colores del destiempo.

Por ahí, donde el hombre creó un tiempo, donde deshizo el follaje que surcaba infinito y toda esa paz que solo encontramos en una mirada.

Espero entender que no tengo nada.

El sol ruin que se escapa cual arena de mis manos secas, de las esquinas sin encuentro en el tácito sentimiento encontrado: Dos almas para dos seres, herramientas únicas del destino.

Somos los corderos y los leones, amantes de los imposibles. Caemos y nos sostenemos en el sin fin.

¿Cómo no nos enseñan la nada?

Ahí, ese lugar inconcluso, el pasillo inédito de la razón tan tangible que supura sus gustos, realza la vida en los sabores que sólo pueden ser perdidos por el que no palpa su esencia, su pulpa y no se rinde a uno el tributo de estar sin tiempo.

Ahí, sólo ahí, en el aire del camino de esta lluvia, donde me desmorono en la esperanza de encontrarte nuevamente, aunque sé que todo es parte de un último suspiro.

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