Buscar

vistas

jueves, 27 de septiembre de 2012

setiembre


Era setiembre y estaba perdido, o estábamos para ser más preciso.

El disco grabado de Chucho Valdez sonaba más fuerte, y no pensaba en levantarme de la cama para otra cosa que no sea ir lentamente a la oficina, cumplir mi rol diario y volver al mismo lugar sin más misterios ni trámites que escuchar un disco, mientras leía hasta quedar dormido, el mundo, orbe o conjunción universal más esperada.

Hay una ambigua zona mental y (mágica) en la que sin pensar mucho, la solución es dormir, dormir es abstraerse y soñar dormido es mejor que despierto, sólo que hay veces, que dormir es lo difícil, más en situaciones como estas, en que la noche parece que suspira y la vida es un raro fin, que sus medios y métodos son indescifrables.

Te había conocido hace tiempo, y no dudé nunca que ese día fue uno de esos que el destino hace que cambiemos de páginas, esas páginas blancas que vienen en tomos, y que se van repitiendo sin nudos, ni desenlaces. No es que no crea en la teoría del destino, quizás ya ni creía en teorías, en el regreso, en los que dejan todo por los lazos, en lo que no se disparan la realidad.

Solo conjeturar con encontrar a alguien en un mundo con pocos encuentros interesantes es asfixia pura si uno piensa, nosotros ya no pensábamos en eso, ni creíamos en los fantasmas, no oíamos las peleas, no bajamos los brazos.

Uds. quizás no deberían pensar tanto.

El destino esa noche había tomado una botella de brandy y se olvidó de proporcionar detalles importantes, o por lo menos, no los recuerdo, algún ritmo, nada más. Esa noche fue como una nube, hermosa, figurada, que la lleva el viento.

Cuando creía que la misión era navegar como pescador en río manso, mis días se habían vuelto un sistema de navegación poco sofisticada con cadencias incluso, pero con buena música, no miraba atrás, no volvía ni volvería a nada.

El tiempo es tan ciego, tan oculto, que cuando aparece sorprende siempre. Nuestro no es el tiempo.

La suerte es como el tiempo y como los policías, todos allegados íntimos al karma.

Me había asustado de mi mismo, de la soledad y sus placeres, que son fantásticos y confusos a cualquier descifrador de teoremas.

No somos seres muy inteligentes, es más, somos bastantes sencillos y hasta predecibles, solo que la simpleza extrema es tan sutil que se vuelve a los ojos, un oculto y complejo conjunto de contradicciones. Yo no había sabido que el valor del encuentro es el “por qué” más válido de todo este camino. No lo sabía, hoy lo sé.

Nunca podremos entendernos, eso sí, lo podríamos haberlo hecho, pudimos encontrar un punto medio de sólo haber podido hablar entre líneas al menos, con algún gesto, más allá de esa mirada, ese cruce de palabras inocentes y dos o más sonrisas a la distancia.

Hoy, antes de dormir, o de volver a escuchar un disco e intentar leer para que mi sueño sea considerado con mi cuerpo, intenté unas palabras, pero ya sabemos... cómo es el tiempo, y como es la suerte.-

No hay comentarios: