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domingo, 4 de diciembre de 2011
Atardecer de domingo y de verano
La fascinación por lo nuevo es como un anagrama, es el remedio a la tradicional y cruel realidad de los desesperados. No queremos lo que sólo incita, esa narcótica e histérica…, sí! Eso que no es nada. (acá cabría un insulto, o por lo menos un trago fuerte).
El vacío, el horizonte solitario, el ritmo de los latidos, el corazón en punto y coma, el paso lento del tiempo con la música que hipnotiza y también nos perturba, nos seduce, nos c a l m a, con esa calma silenciosa del pasado, es un disparo caliente siempre que nos acierta. Un solo aroma que desvanece e inspira, incita a sólo ver, pensar no, no pienses… cuando pensamos creamos un espacio! No, no… pienses! nos damos una bocanada de tiempo. El ritmo, el corazón en punto y coma. Vamos, vamos. Sacudí tu vida, tus días, que tu aliento no te falte nunca, sólo que sea la dicha que ocupe tu vida, la alegría de mirar, de seducir, de vivir el extasis del extasis. Sí, podemos decir que no te convenzo con sólo estas palabras, podemos concluir que quiero motivar un salto, un riesgo muy alto, muy fino a la muerte. Pará, pará, mira… mira al costado, al frente… y escucha… escucha la música, la cadencia, los golpes y el mensaje. El mensaje: un atardecer de domingo en verano, es la oportunidad de culminar la nada. Que la nada de una vez exista y deje de existir, que se liquide ella misma!
Me estiro los pelos, me muerdo lo labios.
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