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martes, 31 de agosto de 2010

Noches a la luz de las pantallas rotas.-




I

Asunción, como ya sabe UD, es una cuidad particular, inofensiva, o por lo menos lo es en su esencia. Aunque sus barrios son característicamente diferentes. Con historias dispares, y en cada esquina, en cada árbol, en cada casa, existen más de dos versiones.

En las Mercedes, hay varias esquinas, casas y árboles. Y más versiones sobre esta misma historia.

En las adyacencias de la iglesia de Las Mercedes, en los finales sesentas, existía un descendiente italiano (pero se le decía "el holandes" ????), experto en reparaciones de aparatos electrónicos de toda índole: Radios, televisores, heladeras y demás artículos electrónicos preferiblemente los que poseían transistores.-

Vivía sobre la calle Washington, en un “chalé”, de 12 metros por 30 de largo. Patio chico con frutales y repuestos que se utilizaban como sillas de jardín.

Tantos fueron los aparatos que tenía su “casa – taller”, que de un día a otro, era todo un arte hallarlo de tan inmensa montaña de artículos electrónicos esparcidos –casi- formando un laberinto.

Dicen las antiguas versiones, que las personas o amigos se guiaban por ruidos, o voces,humo, respiración y muchos, nunca lo hallaron.

En su odisea, el hubiese sido Ulises.-

Algunas personas, aseguran que escucharon un estallido, un día gris, de lluvia tenue, setiembre del ochenta y pico; y que pudo haber sido generado por una descarga eléctrica... otras versiones decían suicidio, tanto trabajo, estrés, quizás deudas y hasta un amor no correspondido. Esta última alusión, hizo que investiguemos un poco más acerca de esta peculiar historia.

Jamás la gente del barrio creyó el tema del suicidio.

II Descripciones:

Lo peculiar del hecho, era que “El Holadés” -de cariño-, entre otras peculiaridades era fanático del basketball - aunque se cree sólo una vez - fue a ver los partidos del club de sus amores y amigos: Rowing Club, lo peculiar, insisto, El Holandés era un poeta sin igual.-

Sus clientes, en el 90% de los casos, eran mujeres. Imagínese en los años sesenta, una mujer, insinuando a sus padres, a su marido, a su novio, amante o concubino, llevar el radio transmisor a un “Service”.
Era sin lugar a dudas algo muy particular, inclusive hoy por hoy.-

Cuentan que “El Holandés”, era un instruido en el romanticismo clásico, en la generación del 27, hablaba y leía el francés, por lo que su acento finjido era perfectamente seductor. Amaba a los poetas paraguayos de comienzo de siglo XX.

Nunca publicó una sola obra, ni siquiera se sabe de algún verso entero de los citados por él. Si se comprobó a ciencia cierta que jamás recitó un plagio, y todos los versos brotaban espontáneamente.

El tipo tenía el don. Asi de simple.-

Las mujeres del barrio soñaban con los cortos circuitos y desperfectos de los aparatos eléctricos, es más muchas de ellas compraban por precios más elevados aparatos eléctricos defectuosos. Toca discos sin púas, televisores valvulares sin válvulas, heladeras sin motor. Los precios variaban, pero los ávidos comerciantes se ingeniaban para vender a un mejor precio todo -lo que no funcionaba bien-. Lógicamente, los artículos más destruidos garantizaban más visitas “Al Holandés”, por lo que aquellos artefactos eran altamente valorados.

Sólo en el barrio de Las Mercedes.

“El Holandés” no era un tipo digamos, “pintón”, era de cabellos castaños, estatura alta, flaco, nunca se lo vio comer más que algún plato de fideos, o papas hervidas con aceite de oliva. Si fumaba. Muchísimo. Se vestía con jeans apretados, y camisas remendadas, era como el Jhonny Deep mercedeño.

Fuera de su casa rara vez, sólo se lo veí en algún bar, copetín, almacén siempre dentro de la jurisdicción de Las Mercedes.-

III Versos:

“El Holandés” cuando recibía a una cliente - si esta lograba verlo- no escatimaba en recibirla como se debe a una dama: resaltaba los atributos más bellos, en versos y prosas extremadamente hermosas y elocuentes detallaba el aroma, la cadencia de los pasos, su simple sombra; aún en casos que la consumidora de su servicio no haya sido tan beneficiada por la gracia y belleza. Él siempre encontraba algo de donde comenzar un verso, a veces cosas tan inverosímiles o escondidas. Algunas historias refieren que a una señora, Alicia de nombre, viuda desde el ´47, encontró que tenía las orejas más tiernas del mundo, ella, Ña Alicia, alagada por los versos a sus orejas y de la “ cálidez de su mirada” dejó de usar sus anteojos de manera definitiva, se cortó los cabellos de una manera tal que sus grandes orejas resalten su gran cabeza, y nunca más uso aros u otro objeto similar. Murió luego muchos años confundiendo a un colectivo con una zapatería.

Los versos del Holandés, encantaron y ruborizaron a tantas mujeres como ña Alicia, que, como ella llevaron una infinidad de regalos y por supuesto, artículos eléctricos. Se dice que Alicia llevó 72 electrodomésticos, y es más, intentó llevar zapatos, cañerías, libros, cuchillos, pero “El Holandés” como buen tipo, sólo cobraba cuando cumplía su trabajo.-

A la Señora García Luzardi, “El Holandés” con metáforas tan sublimes recitó una prosa que rozaría por lo menos un Cervantes. Ella se volvió en una de los clientes más regulares, tan así, que sin consultar, ordenaba el jardín, pintaba y decoraba la fachada del negocio, limpiaba los platos, recogías las latas de cerveza esparcidas por los pasillos del laberinto de cadaveres eléctricos.

-“Escucho sus pasos señorita García, y ya no es necesaria la energía eléctrica en este mundo… y por favor no me hable, que si veo el movimiento lento de su boca roja, terminaré siendo parte del deseo”.

Como era de esperarse, García Luzardi, salía del local, sonrojada y con una sonrisa de oreja a oreja.


IV Réditos Económicos emergentes / el secreto:

Cuando el rumor del “técnico poeta” comenzó a recorrer el barrio Las Mercedes, casi todas las mujeres, en forma sigilosa, visitaban el local, con algún artefacto.

Existieron filas y filas de mujeres en determinados momentos. Esta muchedumbre de esdrógeno hicieron que el Almacén “La Azucena” contiguo al local “El tano Service”, contratase, dos peones para que puedan atender en forma personalizada a la clientela que esperaba paciente su turno en una larga fila. Se comentaba igualmente que en esos años el dueño de “La Azucena”, don Cacho, pudo comprar una granja en la cuidad de Itagua gracias a grandes ingresos por venta de refrigerios a las clientes.

El secreto, por llamarlo de alguna manera era - sin existir reglas escritas - y consetudinariamente cuidado por las mujeres del barrio, sólo se sabía en ambientes femeninos del barrio. Ellas, las clientes eran en extremo celosas de las mujeres de otro barrio. Negaban la dirección del local, o simplemente cambiaban el cartel por: “Frutería Don Virgilio” , “Bazar San Andrés”. Muchas de las mismas mujeres del barrio inventaban nuevas direcciones, algunas aseguraron ser su pareja y que ya no diría poesías a nadie.

Si bien, jamás se supo de un amorío real de “El Holandés”, tampoco se descartan algunos fogosos encuentros. Era de carne y hueso, como todos. En varias oportunidades se vieron entradas nocturnas desesperadas, serenatas, se escucharon gemidos, se colgaron prendas íntimas, se repitieron figuras en iluminaciones artificiales. Noches a la luz de las pantallas rotas.-

Hoy se ha comprobado, que varias de sus clientas, nunca vieron físicamente a “El Holandés”. La cantidad de aparatos superaban fácilmente los límites de su casa, sus pasillos, habitaciones y depósitos fueron avasallados, pequeños camineros que llevaban a lugares ocultos y el siempre trabajando atrás de algún transistor, válvula, que necesitaba toda su pericia. Sólo se podía alcanzar un destello de la luz de una lámpara, el humo del cigarrillo y se escuchaba la voz cálida y ronca de tan particular personaje, y/o algún disco que sonaba casi eterno repitiendo canciones, guaranias, candombes perdidos. En cambio, el, siempre pudo reconocer a su clientela.

Reconocía a las mujeres o por el perfume, por la forma de ingresar, por la voz, por el horario, día, velocidad o lentidud, sentía la duda, la alegría, era como un detector de mentiras y verdades, de buenas y malas vibras. Era como un google emocional, hippie y con seducción innata.-

V - Ultimos datos.-

Cuando llegaban los clientes varones o amigos, pasaban a saludarlo. Hay quienes sostienen que tomaron tereré o alguna cerveza con él, mientras contaban sus problemas o simplemente comentaban la reseña del juego en Rowing Club.

Muchos, hoy siguen viviendo en las Mercedes.-


- Un vecino se acerco a esta investigación y sentenció: Lo mataron
-Otro, que si reveló sus datos, sólo se animó a decir: Un día gris, de lluvia, se escuchó un ruído, una explosión y no lo vimos más. Nunca más.


Ni la luz, ni su humo.

La tesis más usual es la de la muerte por electrocución. Otros se inclinan al deceso por cáncer de los pulmones. Pero supimos, de manera extra oficial, que más de un celoso, intentó tomar su desequilibrio mental cómo excusa falsa e intentó borrar por siempre los versos del poeta.-
Alguno de ellos quizá, con un tiro certero se llevó la vida y obra del "Holandes” y obviamente acabó con el concurso y quiebra del próspero “El Tano Service”.

Hasta hoy hay señoras en el barrio de Las Mercedes, que guardan aparatos eléctricos descompuestos, por si, en una de esas, “El" sólo fue de vacaciones.

Y uno al final, nunca sabe.

2 comentarios:

Marcelo Burgos Fiore dijo...

Gran frase de este hombre: "En enero todos los días son año nuevo". Gracias.

Fernando Moure dijo...

Historia atrapante con colores universales la del holandés de Las Mercedes